sábado, 20 de febrero de 2010

Muy bueno


Hitler y el Otro
Felipe Polleri

FINALIZADA la Segunda Guerra se habló, con no poca solemnidad, de las dos Alemanias y de sus dos representantes: Hitler y Mann. El demonio genocida y el héroe del espíritu. Podría haberse hablado del pequeño burgués maniático que no hizo más que seguir los delirios del pueblo alemán (Hitler) y del "gran burgués" que luego de sentir más de una simpatía por el nazismo abrió mejor los ojos y optó dignamente por el exilio hasta radicarse en Estados Unidos. Allí Mann se pronunció contra el nazismo en más de un celebrado discurso.

Ahora bien: la oposición entre Hitler y Mann fue y es falsa e, incluso, oportunista. Sencillamente Alemania quiso mostrarle al mundo que era respetable, tan exquisita y respetable como Thomas Mann. El opositor, si hablamos de grandes escritores, no fue Mann, sino Bertolt Brecht: el cantor de feria, el militante comunista, el perseguido y tan exiliado como los hermanos Mann. Pero Brecht, después de la guerra, se instaló en la Alemania comunista, en un país condenado a la inexistencia por la Guerra Fría. Esto no le permitió a Occidente reconocerlo como el verdadero Otro de Hitler, como el más grande representante de la literatura alemana. Brecht se equivocó, vista la caída del muro, pero ¿qué Alemania debía elegir un comunista? Lo cierto es que la obra de ese gran "pícaro", que parece sacado de uno de sus propios dramas, de ese gran poeta y grandísimo dramaturgo (Galileo Galilei, Madre Coraje, El alma buena de Se-Chuan, El círculo de tiza caucasiano, Herr Puntila y su sirviente Matti, La ópera de dos centavos, etc.) conserva toda su vigencia, toda su poesía y toda su verdad. En cambio, Thomas Mann merece serios reparos. Su estilo relamido, de un refinamiento postizo, lleno de coqueterías y melindres, infinitas larguezas y aterradoras prolijidades… En fin: confieso abiertamente mi antipatía por Mann y su obra y su gran "misión" artística y moral, lo que me impide ser mínimamente objetivo con ese mamarracho. A pesar de mi aversión, casi insuperable, lo reconozco, debo recomendar la lectura de Muerte en Venecia donde las "exquisiteces" del autor hacen juego con el tema: un gran escritor burgués, lleno de coqueterías y melindres, perdido en un ataque de nervios y en la esterilidad creativa, renace al enamorarse de un hermoso muchacho. Este reencuentro con el amor y la Belleza a los que el artista, patéticamente, sigue de lejos por las callejuelas de Venecia, está entre lo más atractivo que haya salido de la pluma de nuestro amanerado y rimbombante "poseur". También Doctor Faustus, una especie de gran suma de los temas y obsesiones de Mann, revisados y corregidos desde la vejez, más allá de las coqueterías y larguezas del caso, es una novela importante. Allí un compositor vende su alma al diablo, como Alemania, en busca de la grandeza para encontrar, como Alemania, su ruina. Esperemos que Mann, en busca de la grandeza, no haya encontrado su ruina. Lo que es yo, me quedo con Brecht, sí, con el Otro.

No hay comentarios:

Archivo del blog

Buscar este blog

Seguidores

Etiquetas