sábado, 6 de junio de 2009

El deseo

...dejo a mi segunda mujer
mis brazos y mis piernas,
en recuerdo de que con
unos y con otros la abarqué y la ceñí,
la incorporé a mi territorio,
la gocé y logré que me gozara...
...la garantía de saberla dormida a mi lado,
...un sueño erótico
y su verdad desnuda,
...una bofetada femenina, injusta y perfumada...
Benedetti

domingo, 31 de mayo de 2009

Hijo de la Mar



Hola Natalia

El tiempo pasa rápido pa los viejos como yo. Tengo la impresióm de haber recibido tu mail sólo hace algunos días...Me alegra que hayas encontrado algo en Londres.¿Cómo son los ingleses?...Estoy aún varado en Suiza...cada día peor...sin trabajo y viviendo de expedientes...Mi mujer se va a Polonia creo que no le inspiro seguridad con mis eternos cuestionamientos...y con mis costumbres artísticas...Te cuento que musicalmente estoy trabajando solo...es una pena, pero es así... creo que a nadie le gusta estar o trabajar con una persona que se cuestiona tanto...casi todos buscan la seguridad , casi todos quieren saber como será mañana, casi todos quieren creer que conocen bien a la persona que tienen enfrente...me da la impresión ,con tinte de certeza, que ya casi nadie le interesa descubrir el otro, si no que tan sólo colocarle una etiqueta es más fácil. Ejemplo. Este es un jabón y todos los jabones son así.Bueno venga otro...

Con esa filosofía seguiremos así hasta la extinción total...Siento que arrepentirán el día del juicio final y morirán llenos de remordimientos porque Machado lo dijo:

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;
mas recibí la flecha que me asignò Cupido
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñò el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansiòn que habitò,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

Cuidáte y hasta pronto

Marcelo hijo de la mar...

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