martes, 8 de septiembre de 2009

En concordancia con la teoría de Freud, lo siniestro se define como «vuelta de lo familiar que no acaba de reconocerse plenamente» No en vano, uno de los proyectos esenciales del surrealismo será transmitir una inquietud en lo que nos es cotidiano, ante la posibilidad de una conducta distinta a la esperada. Duchamp en sus cuadros y Buñuel y Dalí en cine y pintura serán artífices esenciales de esta propuesta. Lo siniestro introduce un interrogante en el conocimiento y se interna por el camino de lo maldito.
Esta preferencia por lo maldito es un síntoma que hunde sus raíces en la melancolía, definida como la tensión que suscita el deseo de alcanzar lo imposible. La melancolía es producto del sufrimiento infinito de la Voluntad por el enfrentamiento que surge entre el creador y la destrucción de las fuerzas físicas. El ensimismamiento del melancólico se hace presente en el tedio.
El mundo que nos ofrece carece de la vitalidad que era norma en la plenitud del modernismo y mantiene una especial predilección por lo negativo y enfermizo que propugnó el decadentismo. Lo saturnal, calificativo que el clasicismo (Platón2 y Aristóteles3 ) aplica a la bilis negra o melancolía, se abre paso frente a lo sublime y contagia todo aliento vital.

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