martes, 14 de junio de 2011

Un viejo canta de amor

En la sala de espera,
sin nombre ni rostro,
libre de los pasos violentos
que destrozan al camino,
de la memoria que destruye
como un ácido el alma,
cráneo vacío de esperanzas,
ilusiones convertidas
en humildes piedras,
y el corazón latiendo para siempre
en el mismo punto.
Yo había atravesado la vida
como un balazo
durante 43 años
hasta que naciste tú.
Saltamos la barrera del tiempo,
nuestras almas milenarias
pudieron encontrarse.
Tú sabías que algún día
tendrías que asistir a mi muerte,
dejarme disolver en tu memoria.
Yo sabía que debería impedir
tu suicidio, convencerte
que continuaría
invisible junto a ti.
El presente se convirtió en joya
a la que transformamos en esfera
danzando con los astros
alrededor del ojo de Dios.
Con euforia mezclada de oscura angustia
vimos la eternidad en cada segundo,
y al infinito acurrucado como un gato
junto a nuestros pies.
Nuestros corazones aprendieron
a latir al mismo ritmo.
Conversamos sin cesar
con las bocas pegadas una junto a la otra.
Le dimos a nuestros cuerpos-cadáveres
el orgasmo que los vestía de ángeles.
Los ruidos invasores
se convirtieron en música
y la manzana que ambos mordimos adquirió el sabor
del elixir de la vida sin fin.
¿Qué más se puede pedir?
Ahí vamos felices hacia el exterminio
como el sol y sus planetas,
como las miríadas de universos.
Exterminio que es pantano
dando origen a la sublime
flor de la Conciencia
cuyo aroma es el amor.
*
Alejandro Jodorowsky

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